Parroquias de la Sagrada Familia y de la Natividad de Nuestra Señora en Oviedo

Parroquias de la Sagrada Familia y de la Natividad de Nuestra Señora en Oviedo

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Para formarse…

Nuestra Señora del Rosario

El Santo Rosario tiene su origen en 1212, cuando la Virgen María se apareció a

Santo Domingo de Guzmán, en Toulouse (Francia), y le entregó el rosario como

respuesta a su petición. Más tarde, el Papa San Pío V, dominico, pidió al pueblo

cristiano que se uniera a la batalla de Lepanto rezando el rosario. Y en Lepanto

(7 de octubre de 1571), triunfó la cristiandad.

En varias apariciones, como Lourdes y Fátima, la Virgen María ha

recomendado con insistencia el rezo diario del rosario. Para superar

divisiones y discordias, y los males en nuestros corazones y en el mundo,

los Papas han aconsejado también su rezo habitual. Por ejemplo, León

XIV ha invitado a los fieles a un rosario por la paz este sábado 11 de

octubre, en la Basílica de San Pedro, y ha animado a rezarlo este mes

cada día.

En los primeros siglos del cristianismo, los monjes y ermitaños ya

usaban formas repetitivas de oración, como los 150 salmos del salterio.

Se dice que los laicos que no sabían leer comenzaron a reemplazar los

salmos por 150 Padrenuestros o Avemarías.

Según la tradición, la forma del Rosario como la conocemos fue revelada

por la Virgen María a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden

de Predicadores en 1212. Los historiadores consideran que los dominicos

tuvieron un papel esencial en difundir y estructurar la devoción del

Rosario.


Devoción de siglos

La devoción de rezar a la Virgen María el rosario es universal, y en

algunos lugares cobra especial fuerza. Por ejemplo, Fray Pascual Saturio,

dominico, explicó a Omnes que “la Virgen del Rosario es Patrona de

Cádiz desde hace 150 años. El nombramiento pontificio de la Virgen es

de hace 152 o 153 años, y lo celebramos. Pero hay constancia de que hace

más de trescientos años ya el pueblo, y el ayuntamiento, la consideraban

Patrona de Cádiz. Aunque el nombramiento sea posterior”.

Tras la victoria de Lepanto, san Pío V instituyó en 1572 la fiesta de Santa

María de la Victoria, que su sucesor, Gregorio XIII, transformó en

«Nuestra Señora del Rosario”. Siguieron otras victorias, como la de 1683

en Viena, donde –de nuevo por intervención divina y por mediación de

la Virgen María– se detuvo el avance musulmán., informa la web

vaticana.

Francisco Otamendi


51 razones para rezar el rosario

¿Por qué rezar el rosario? Una oración sencilla y poderosa que vence batallas, fortalece la

fe y une a las familias. Tanto es así que el Papa León XIV invita a rezarlo por la paz en este

mes de octubre.


León XIV ha hecho un llamamiento para rezar el rosario por la paz a lo

largo del mes de octubre que comienza hoy. Solo esta petición del Papa

en medio de la atmósfera bélica que respira el mundo en este 2025

debería bastarnos para unirnos a la convocatoria, pero hay muchas más

razones.


La principal es la de su efectividad. ¡Cuántas batallas ha vencido el rezo

del rosario! No solo la de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, por la que se

conmemora precisamente ese día la Virgen del Rosario y, por extensión,

el mes del ídem; sino porque todo el que se haya agarrado a las 50

cuentas en momentos de peligro, prueba o necesidad especial, puede

contar seguro varias victorias logradas por esta sencilla oración. Y he

aquí otra de sus mayores virtudes: la de la sencillez. Conocido también

como “el salterio de los pobres”, el rosario fue en sus inicios una

herramienta para facilitar la oración al pueblo iletrado. Mientras que losmonjes y monjas recitaban los 150 salmos que componen la liturgia de

las horas, la gente sencilla repetía de memoria 50 avemarías por los tres

grupos de misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos –los luminosos no se

añadieron hasta este siglo–), meditando sobre distintos momentos de la

vida de Cristo y de la Virgen. El rosario puede rezarse en cualquier lugar;

es barato y, si no tienes uno, puedes servirte de tus 10 dedos a modo de

cuentas; hay modelos para todos los gustos y de todos los tamaños; es

discreto si deseas pasar desapercibido mientras lo rezas, pero llamativo

en momentos en los que puede interesar mostrarlo, se adapta muy bien

al tiempo del que dispongamos; la estructura es fácil de memorizar y,

para los más torpes, hay apps y vídeos en Youtube para guiarnos.

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Junto a estas primeras diez razones prácticas, encontramos también

poderosas razones espirituales, como el hecho de que su ejercicio nos

ayuda a entrar en la presencia de Dios, nos sumerge en la contemplación

de la vida de Jesús; nos invita a imitar las virtudes de María; nos

aumenta la fe; nos conduce a la paz de espíritu; fortalece nuestra

esperanza; nos acompaña en el discernimiento de la voluntad de Dios;

nos acerca a los sacramentos; nos mueve a la caridad y nos impulsa a

caminar por el buen camino.

Rezando el rosario cumplimos el mandato del Señor de “Velad y orad

para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es

débil» (Mt 26, 41); también el de «Vosotros orad así…» (Mt 6, 9) porque

recitamos varias veces el Padrenuestro; y, por su repetición diaria, el de

San Pablo de “Sed constantes en orar” (1 Ts 5, 17). También es un

acercamiento a la Sagrada Escritura pues cada misterio es un pequeño

Evangelio; y hasta nos sirve para meditar en dogmas marianos como el

de la Asunción.

Son muchos los beneficios espirituales y hasta físicos que aporta el rezo

del rosario. Es un arma contra las tentaciones, aleja la influencia del mal,

es una defensa en momentos de crisis espiritual, María promete

protección y gracias hacia quien lo reza y, en varias apariciones –como

en Lourdes y Fátima–, la Virgen nos lo recomienda para superar las

divisiones y las discordias. Pararse a rezar el rosario en nuestro mundo

donde todo es urgente, nos ayuda a vencer el estrés, nos entrena para la

paciencia y la perseverancia, es remedio contra la tristeza, une a la

familia que lo reza en común y pone en sintonía a la comunidad,

parroquia o movimiento que se reúne para recitarlo juntos.Pero repetir las 50 avemarías mientras meditamos la Palabra de Dios no

es un acto egoísta sino todo lo contrario, nos lleva al amor a los

hermanos. Rezando el rosario nos acordamos de los que sufren, pedimos

por quienes no conocen a Dios, rogamos por la conversión de los

pecadores, nos unimos espiritualmente a la Iglesia orante del cielo y de

la tierra, y nos ayuda a reconocer nuestras faltas cuando hemos fallado al

prójimo.

Si lo rezamos con los niños, es un hábito que los ayuda a crecer en la fe y

les da confianza, al saber que sus padres se apoyan en alguien aún

mayor. Los pequeños descubren que se puede estar en calma y sin

pantallas un rato al día, les da cultura bíblica y les hace sentirse

partícipes, como uno más, en la oración comunitaria pudiendo incluso

dirigir ellos su rezo.

Finalmente, rezar el rosario es como pregustar el cielo donde estaremos,

junto a todos nuestros seres queridos y en compañía de Jesús y María,

en presencia de Dios. Además, se puede ofrecer por las almas del

purgatorio y por aquellos seres queridos o amigos que nos hayan pedido

oración por alguna causa concreta. Introducir su rezo en nuestra rutina

diaria nos permite un momento de contemplación y descanso en medio

de las tareas para centrarnos en lo importante y, para mí, de las cosas

más gratificantes, es que te llena de alegría y sosiego interior.

Si a estas 50 ideas le añadimos, de nuevo, la de que es una petición

especial con la que el Papa ha querido continuar la tradición de sus

predecesores pidiendo la intercesión de la Virgen para lograr el don de la

paz, hacemos las inexcusables 51 razones para rezar el rosario, ¿le parecen pocas? ¡Ave María Purísima!

La alianza de la boda

Las alianzas de los novios son siempre la pieza central de la ceremonia y se consideran un símbolo del vínculo matrimonial. Pero para los católicos, es mucho más que eso.

Lo recuerda John M. Grondelski, que fue vicedecano de la Escuela de Teología de la Seton Hall University (en South Orange, Nueva Jersey, Estados Unidos), en Crisis Magazine:

 

Un sacramental que suele olvidarse

Junio solía asociarse a las bodas. El matrimonio tiene sus problemas. La gente encuentra todo tipo de sucedáneos y, si se casa, suele ser más tarde de lo que nunca lo ha hecho.

Para los católicos, el matrimonio es un sacramento. Eso significa que es más que una ceremonia civil, más que "una licencia para nuestro amor", más que una convención social. Es una declaración de fe de que esta vida tiene un sentido en relación con Dios y con la eternidad (aunque el matrimonio termine con la muerte).

Y si el matrimonio es un sacramento, no olvidemos su sacramental: la alianza.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los sacramentales "son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (1667).

Los sacramentales nos recuerdan nuestro camino de peregrinación hacia la salvación, los sacramentos y la importancia de santificar todas las ocasiones de la vida.

 

Aunque la forma esencial del sacramento del matrimonio es el intercambio del consentimiento para casarse, el anillo de boda ha sido un elemento de la liturgia matrimonial desde hace mucho tiempo. Pero no es un anillo cualquiera. No es sólo una joya. No es sólo una muestra de una dote.

Es un sacramental.

 

La alianza católica está bendecida. De hecho, se bendice inmediatamente después de que los esposos intercambien su consentimiento, es decir, lo primero que ocurre después de que se hayan casado. Esa bendición lo distingue del resto de su colección de joyas. Al bendecir el anillo, éste se distingue del matrimonio: no es sólo una cosa de este mundo, sino que forma parte del orden salvífico.

 

La alianza se bendice para que sea signo de fidelidad y amor, expresión de esos elementos del matrimonio hacia el otro. Se entrega como sacramental, es decir, para "disponer a recibir el principal efecto del sacramento", en este caso, la fidelidad, y para santificar el estado matrimonial. Se entrega en nombre de la Trinidad -el Dios Trino-, cuya comunión de personas este matrimonio está llamado a modelar. 

Cultura

La fidelidad matrimonial es «un acto de culto, Dios se hace presente» en la promesa cumplida

 

Solía ser tradición que las personas llevaran sus alianzas hasta la muerte. En algunos grupos étnicos, la mano en la que se lleva la alianza es indicativa de si se está casado o viudo.

 

La presencia del anillo puede convertirse en algo cotidiano, habitual, incluso olvidado. Pero al igual que los sacramentos son signos visibles de la gracia invisible de Dios, los sacramentales como el anillo de boda son signos visibles del sacramento que hemos recibido. Se supone que su presencia es un recordatorio tangible de algo que podríamos olvidar, algo que quizá damos por sentado: el matrimonio. Por eso suele ser una especie de metal precioso: es valioso y debe durar. Como el matrimonio.

 

Es un signo para su portador, tanto positivo (recuerda la verdad del matrimonio) como negativo (recuerda las obligaciones del matrimonio, especialmente la fidelidad). Pero el anillo de boda es también un signo para los demás, un signo cada vez más vital en nuestros días, de compromiso, de exclusividad, del valor del matrimonio en sí mismo.

 

La fidelidad: el acuerdo de amor definitivo

 

Así como los sacerdotes deben llevar el alzacuellos romano para que el mundo sepa quiénes son, así como las monjas deben llevar hábito para que el mundo conozca su consagración, así los casados deben llevar alianzas para que el mundo sepa quiénes son.

Resulta revelador que, cuando escribió una obra sobre el matrimonio, el futuro Papa Juan Pablo II la titulara El taller del orfebre y centrara gran parte de las reflexiones de los personajes sobre lo que es el matrimonio en el contexto de los anillos de boda: una pareja que los compra, una esposa que intenta vender los suyos. La voz de un narrador capta ese significado en esta línea: "Este es el taller del orfebre. Qué extraño oficio producir objetos que pueden estimular la reflexión sobre el destino..."

 

También es revelador que la Iglesia haya asociado tradicionalmente el sacramento del matrimonio con el sacramental de la alianza. No es casualidad. La enseñanza católica de que el matrimonio es un sacramento es en sí misma un signo de contradicción para el mundo, incluso para muchos compañeros cristianos (protestantes). El matrimonio no es sólo un cambio de estado civil, un "estado". Es un paso espiritual, con características que pertenecen a ese sacramento independientemente de los cónyuges: unidad, exclusividad, indisolubilidad, comunión, fecundidad. Y por eso la alianza da visibilidad a esa verdad.

 

Por eso, por ejemplo, los puritanos se oponían a los anillos de boda. No se trataba principalmente de "imágenes esculpidas" o de adornos corporales indebidos. Los puritanos reconocían el anillo de boda como un sacramental que apuntaba al matrimonio como sacramento; y, como rechazaban la mayoría de los sacramentos, también rechazaban los signos que apuntaban a ellos. Así que, tanto entonces como ahora, dejemos que el anillo de boda sea el sacramental que apunte al entonces y ahora infravalorado sacramento del matrimonio.

Para conocer mejor al Papa León XIV

El Papa relata su vocación

En una reciente entrevista a la RAI, recuerda: «Conocí la Iglesia a través de la experiencia parroquial a nivel local. También estudié en una escuela parroquial. En este sentido, tal vez gracias también a la cercanía de algunos sacerdotes diocesanos, nació la idea de la posibilidad de convertirme en sacerdote.

Posteriormente conocí a mi familia religiosa, los agustinos. Tras un breve tiempo de discernimiento para tomar una decisión, y también al conocer a otros jóvenes que habían ido con los agustinos», a los 14 años, ingresó en el Seminario Menor de los Padres Agustinos.

«Antes del noviciado, es la historia de un joven que vive con otros jóvenes, conociéndose a sí mismo y, como hijo de san Agustín, conociendo a los demás, la importancia de la amistad y de una vida comunitaria. Fue en esos años que nació una cierta inquietud y un deseo de ser misionero: no de quedarme en mi país, sino de participar en algún tipo de actividad como sacerdote o religioso».


León XIV habla sobre la importancia de la amistad con su padre para su vocación

«Recuerdo bien ciertos momentos; tenía mucha confianza en mis padres. La familia era y sigue siendo muy unida, aunque mis padres ya han partido con el Señor.

Recuerdo algunas veces en las que hablé con mi padre, que no era exactamente un director espiritual, pero hablábamos de cosas concretas, como las dudas que pueden inquietar a un joven: “Tal vez sea mejor dejar esta vida, casarse, tener hijos… tener una vida, digamos, normal, como la que conocía en mi familia”. Son momentos de decisiones y discernimiento muy importantes para un joven.

Él, con su experiencia, hablaba de cosas como lo importante que era la intimidad entre él y mi madre, y de cuánto importaba también, en la vocación al sacerdocio, la cercanía con Cristo, conocer verdaderamente a Jesús, el amor de Dios en la vida, para todos los cristianos. Aunque lo hubiera escuchado cien veces de sacerdotes y formadores, cuando me lo decía mi padre, de una manera muy humana pero muy profunda, pensaba: esto hay que escucharlo.

Reflexionaba mucho sobre lo que me decía. Fue antes de ir al noviciado; en ese caso, aún recuerdo dónde estábamos. No estábamos en casa, no estábamos sentados como ahora. Hablamos varias veces; él era educador, maestro, trabajaba en las escuelas, tenía esa capacidad de hablarme. Todas esas cosas fueron muy importantes».

La Iglesia como comunión de fieles y no solo como institución

Y culminaba la entrevista con estas palabras: «Yo pienso que hoy la voz de la Iglesia, el testimonio de la Iglesia no como institución, sino como una comunión de fieles, con los mártires, con la presencia y el testimonio de hombres y mujeres que dan su vida incluso en situaciones de violencia, de guerra, de conflicto, es una voz que ofrece gran esperanza al mundo.

No todos tienen la disposición y los ojos abiertos para escuchar el mensaje. Hay un desafío muy grande para la Iglesia. Demasiadas veces hemos dejado que la Iglesia se convierta solo en una institución, en parte o totalmente: el Vaticano, la Santa Sede. Hay dimensiones institucionales, sí. Pero eso no es el corazón de lo que es y debe ser la Iglesia».

Estudios civiles, votos solemnes y primera experiencia como misionero

En 1977 se licenció en Matemáticas y cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Villanova, en Pensilvania. El 1 de septiembre de ese mismo año, con 22 años de edad, ingresó en el noviciado de la Orden de San Agustín (O.S.A.), en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Saint Louis.

El 29 de agosto de 1981 hizo sus votos solemnes. Estudió en la Catholic Theological Union de Chicago, donde obtuvo un diploma en teología.

Con 26 años fue enviado por la Orden a Roma para estudiar derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (Angelicum). Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1982. Obtuvo la licenciatura en 1984 y luego fue enviado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Piura, Perú (1985-1986). 

Doctorado, ordenación episcopal y nombramientos

En 1987 obtuvo el doctorado con la tesis: “El rol del prior local en la Orden de San Agustín”. Ese mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la provincia agustiniana “Mother of Good Counsel” en Olympia Fields, Illinois, Estados Unidos. 

En 1988 fue enviado a la misión de Trujillo como director del proyecto conjunto de formación de aspirantes agustinos en los vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí desempeñó los cargos de prior de comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y formador de profesos (1992-1998). En la arquidiócesis de Trujillo fue vicario judicial (1989-1998) y profesor de derecho canónico, patrístico y moral en el Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo”.

En 1999 fue elegido prior provincial de la provincia “Mother of Good Counsel” en Chicago. Dos años y medio después, el Capítulo General Ordinario lo eligió prior general1, cargo que le fue confiado nuevamente en el Capítulo General Ordinario de 2007. 

En octubre de 2013 regresó a su provincia (Chicago) como formador de profesos y vicario provincial, cargos que ocupó hasta el 3 de noviembre de 2014, cuando el Papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, Perú, elevándolo a la dignidad episcopal y asignándole la sede titular de Sufar.

El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la diócesis en presencia del nuncio apostólico James Patrick Green; fue ordenado obispo el 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en la catedral de su diócesis. El lema episcopal de León XIV fue In Illo uno unum («En el único Cristo somos uno»), tomado de san Agustín. 

Fue obispo de Chiclayo desde el 26 de noviembre de 2015. En marzo de 2018 fue elegido segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. 

Al servicio de la Iglesia desde Roma

El papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación para el Clero en 2019 y miembro de la Congregación para los Obispos en 2020. El 15 de abril de ese mismo año, el Papa lo nombró administrador apostólico de la diócesis del Callao.

El 30 de enero de 2023, el Papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.

Fue creado y proclamado Cardenal por el papa Francisco en el Consistorio del 30 de septiembre de 2023, con la Diaconía de Santa Mónica.

Ha sido miembro de los Dicasterios para: la Evangelización (Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares), la Doctrina de la Fe, las Iglesias Orientales, el Clero, los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, la Cultura y la Educación, los Textos Legislativos; la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.

El jueves 8 de mayo de 2025, a las 18:07, la fumata blanca anunció al mundo la elección de un nuevo sucesor de Pedro. En la cuarta votación del cónclave, Robert Francis Prevost fue elegido como el 267.º Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y adoptó el nombre de León XIV. A las 19.23h de Roma, se presentó ante el mundo desde el balcón de la Basílica de san Pedro, dirigió su primer discurso y dio la bendición Urbi et Orbi.

La devoción al Sagrado Corazon de Jesús y las 12 promesas

El día 17 de octubre de 1690 falleció en Francia santa Margarita María Alacoque, quien tuvo visiones del Corazón de Cristo que contrarrestaron la influencia de

En pleno reinado de Luis XIV, cuando Francia vivía intensos debates religiosos, santa Margarita María de Alacoque, una humilde monja en un convento de Paray-le-Monial, cambiaría la historia de la espiritualidad cristiana. A través de sus visiones del Sagrado Corazón de Jesús, Margarita se convirtió en el rostro de la devoción que buscaba sanar las consecuencias de una herejía que presentaba a Dios como distante e impasible ante los sufrimientos humanos.

En el convento, Margarita experimentó varias visiones místicas. En una de las más significativas, ocurrida en 1675, Jesús le reveló su Corazón ardiente de amor por la humanidad, desgarrado por las ingratitudes y sacrilegios, incluso por aquellos consagrados a Él. Le pidió que promoviera una fiesta dedicada a su Sagrado Corazón, con la promesa de derramar bendiciones sobre quienes honraran este culto.

Primera revelación del Sagrado Corazón a Margarita María Alacoque

«Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía»

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús que Margarita María de Alacoque promovía no se basaba en simples sentimentalismos o emociones pasajeras. Para ella, amar a Cristo implicaba unirse a su sufrimiento durante la Pasión, expiando y reparando las ofensas cometidas a lo largo de los siglos. Su mensaje, sencillo y accesible para todos, se centró en prácticas de fe sólidas: santa misa, comunión frecuente, oración, y la adoración en horas santas, como medios para glorificar a Dios y contrarrestar el mal en el mundo.

Un Sagrado Corazón cosido en el pecho que portaban los soladados franceses, se convirtió en el emblema que más tarde sería conocido como el «Detente», signo de protección y confianza en el Sagrado Corazón. En 1872, el Papa Pío IX concedió una indulgencia de 100 días, aplicable una vez al día, a los fieles que portaran este 'escudo' y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Santa María Margarita de Alacoque, en sus escritos, subraya repetidamente el ferviente deseo de Jesús de otorgar bendiciones con auténtica generosidad a quienes honren su Sagrado Corazón. Estas promesas que están destinadas a todas las personas: desde las más fervorosas hasta las más indiferentes, y de manera especial a los pecadores, ofrecen consuelo a los afligidos, fortaleza frente a la tentación, paz en las familias, prosperidad en el hogar, éxito en el trabajo, misericordia para los pecadores, y santidad para las almas fervientes. Prometen, además, valor para quienes están fríos en la fe y ayuda a los sacerdotes y consagrados para tocar los corazones más endurecidos. Estas promesas también aseguran fortaleza en la hora de la muerte y el don invaluable de la perseverancia final, brindando refugio en el Corazón de Jesús en el último momento de la vida.

Las 12 promesas difundidas por santa Margarita María de Alacoque

1. «Les daré todas las gracias necesarias a su estado de vida».
2. «Pondré paz en sus familias».
3. «Les consolaré en sus penas».
4. «Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte».
5. «Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas».
6. «Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia»
7. «Las almas tibias se harán fervorosas»
8. «Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección».
9. «Bendeciré a cada lugar en el que se exponga y se venere una imagen de mi Sagrado Corazón».
10. «Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos».
11. «Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y nunca serán borrados».
12. «A los que comulguen el primer viernes de cada mes, durante nueve meses consecutivos, le concederé la gracia de la perseverancia final».

En la parroquia de la Sagrada Familia y en la de la Natividad de Nuestra Señora tenemos una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. ¡Visítala y rezale con devoción!

Los jóvenes y la Biblia

Una de las cosas más apasionantes que me ha pasado últimamente es dar clase de Biblia a los jóvenes de mi parroquia. Cuando me llamó el sacerdote para pedírmelo, me hizo tanta ilusión que antes de que terminara la frase ya le había dicho que sí. ¡Me encanta! Lo disfruto muchísimo, debe ser que me estoy haciendo mayor y cuando miro a esas chicas y a esos chicos solo veo almas maravillosas sedientas de Amor y de Verdad.

El caso es que en la primera charla les repartí un papel en blanco y les pedí que pusieran por escrito lo que preguntarían a Dios si lo tuvieran delante. Las respuestas debían ser anónimas para que escribieran con toda libertad. Lo que yo pretendía era responder a sus preguntas a lo largo de las clases de Biblia. Más del ochenta por ciento de las preguntas que hicieron tenían que ver con la vocación, con su identidad: “¿Cómo sé lo que Dios quiere de mí?”, “¿Cuál es el sentido de mi vida?”, “¿A qué estoy llamado?”, ¿Por qué he sido creado?”, “¿Para qué estoy aquí?”, etc.

Así que comencé hablándoles de la creación, de nuestros primeros padres, del pecado original, de cómo Dios nos amó y nos pensó desde toda la eternidad… Muchos de ellos confesaban abiertamente que no sabían cómo rezar, que no sabían lo que Dios esperaba de ellos, que no entendían por qué hacían cosas de las que luego se arrepentían, etc. Esta mañana he cogido la carta a los hebreos y he leído lo siguiente: “También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado” (Hb 4,2).

Y este texto me iluminó: La cuestión no es “oír” la buena noticia, el evangelio, la Palabra de Dios, sino “escuchar”, algo que no está muy de moda. Según el diccionario de la Real Academia Española, “oír” es “percibir con el oído los sonidos”, mientras que “escuchar” es “prestar atención a lo que se oye”. La diferencia entre oír y escuchar tiene que ver con la voluntad y con la predisposición. La acción de oír es involuntaria, sencillamente se oye cuando el aparato auditivo está sano. En cambio, la acción de escuchar es voluntaria, implica una predisposición para querer comprender lo que se escucha. En definitiva, que muchas veces oímos, pero no escuchamos.

Y precisamente eso es a lo que se refiere el autor de la carta a los hebreos, que habiendo “oído” el mensaje de salvación, hubo personas a las que no le sirvió de nada porque no lo “escucharon” y, por tanto, no lo acogieron en su corazón. No basta “oír” la Palabra de Dios, sino que además es necesario “escucharla” para entablar un diálogo con Aquel que nos ama. Hay una frase que a mí se me ha quedado grabada y que me ayuda mucho a la hora de ponerme frente a la Biblia: “En los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (Dei Verbum 21). Cada vez que abro la Biblia pienso que Dios sale a mi encuentro para hablar conmigo y me imagino paseando con Él a la hora de la brisa por el jardín del Edén, como hacían Adán y Eva.

Y, la pregunta del millón, ¿de qué hablaban Adán y Eva con Dios en el paraíso? Pues de lo mismo que quiere hablar con cada uno de nosotros si le “escuchamos”. Y esto es lo que yo quiero transmitir a los jóvenes en mis clases de Biblia: Que Dios los ama profundamente, que su Amor no depende de lo que hacen, sino que está muy por encima de sus actos, que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida y que está dispuesto a salir al encuentro de cada uno de ellos una y otra vez para siempre. Que no pierdan la esperanza, que se abran al Amor de Dios, que la vida es un regalo que debemos acoger con alegría y que aprendan a escuchar la Palabra de Dios para poder decir, de la mano de la Virgen María, “Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas” (Sal 18,29).

Beatriz Ozores

por La tierra Prometida  25 enero 2025 

Una historia conmovedora


 Me gustaría comentar algo que me ha impactado y me ha hecho reflexionar mucho durante estos últimos días. Hace poco, nuestras hijas estuvieron ayudando a las personas afectadas por la Dana como lo han hecho y lo siguen haciendo miles de nuestros jóvenes. Es una alegría y un motivo de esperanza ver cómo se movilizan desde todos los rincones de España, incluso desde el extranjero, para ayudar y acompañar a tantas personas que han sufrido lo indecible.

Pues bien, nuestras hijas nos contaron que estuvieron hablando mucho tiempo con una mujer de unos cuarenta años que había perdido a su madre. Cuando les llegó el agua intentaron agarrarse a lo que pudieron, pero la corriente les empujaba cada vez con más fuerza. Unos vecinos les lanzaron una cuerda desde un segundo piso para que se agarraran a ella y así poder subirlas y ponerlas a salvo. Llegó un momento que la corriente era tan fuerte que los vecinos se vieron incapaces de tirar de madre e hija hacia arriba. La madre, viendo la situación, le dio un beso a su hija, le dijo que la quería mucho y se soltó de la cuerda para que su hija viviera.

El cadáver de la madre apareció más tarde a unos metros de distancia. Mis hijas estaban impactadas con esta historia y la verdad es que yo también. El caso es que esta madre actuó como debería hacerlo cualquier madre, dando la vida por sus hijos, en este caso, por su hija. Bendita madre. ¡Qué ejemplo para todas las madres! A mí me gustaría, llegado el momento, hacer lo mismo que esta madre, es decir, entregar mi vida por mis hijos, porque esto es lo que verdaderamente define a una madre: Una mujer que da la vida a sus hijos y entrega la suya por ellos.

Decía al principio que esta historia me ha hecho reflexionar mucho durante estos últimos días. A parte del deseo que anida en mi corazón de estar a la altura de esa madre, no he parado de darle vueltas a dos cuestiones.

La primera es que me ha venido a la mente tantas madres que entregan literalmente la vida por sus hijos y que no son portada de noticia. Dar la vida por los hijos es saber que tú ya no te perteneces, que tus prioridades han cambiado, que estás dispuesta a dar lo mejor de ti misma para hacer de ellos verdaderos hombres y mujeres de bien, que cualquier decisión que tomes debe ser un ejemplo para ellos… Si además eres una madre cristiana, debes saber que tu deber y tu alegría es llevarlos a Dios, porque los hijos no son tuyos sino de Él, y que en cualquier momento te puede pedir que te desprendas de ellos, bien porque es el mejor momento para llevárselos o bien porque los quiere “trabajando” para Él.

Cuántas madres dan su vida por sus hijos con tantos desvelos, con tanta oración, con tanto amor, con tanto ejemplo… Estas madres son las que cuando llega el momento de “soltarse de la cuerda para que su hija viva” lo tienen más fácil o, mejor dicho, más claro.

La segunda cuestión es que, si esta madre no dudó en dar la vida por su hija, cuánto más la Virgen María estará dispuesta a darlo todo por sus hijos. La verdad es que ya lo hizo, entregó a su Hijo en la cruz y se entregó a ella misma al aceptar ser madre de todos los hombres, incluso de aquellos soldados que maltrataban y vejaban a su querido Hijo. Ya lo hizo, pero también continúa haciéndolo día a día. Nuestra Madre la Virgen vela continuamente por todos nosotros. Quiere llevarnos a todos junto a su Hijo. Quiere que todos los hombres se salven y, como buena mujer, utiliza todos los medios imaginables e inimaginables y hace y deshace para que, sin que se note, cogernos y recogernos a todos de su mano para llevarnos al cielo.

Beatriz Ozores

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