Parroquias de la Sagrada Familia y de la Natividad de Nuestra Señora en Oviedo

Parroquias de la Sagrada Familia y de la Natividad de Nuestra Señora en Oviedo

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Para formarse…

Para conocer mejor al Papa León XIV

El Papa relata su vocación

En una reciente entrevista a la RAI, recuerda: «Conocí la Iglesia a través de la experiencia parroquial a nivel local. También estudié en una escuela parroquial. En este sentido, tal vez gracias también a la cercanía de algunos sacerdotes diocesanos, nació la idea de la posibilidad de convertirme en sacerdote.

Posteriormente conocí a mi familia religiosa, los agustinos. Tras un breve tiempo de discernimiento para tomar una decisión, y también al conocer a otros jóvenes que habían ido con los agustinos», a los 14 años, ingresó en el Seminario Menor de los Padres Agustinos.

«Antes del noviciado, es la historia de un joven que vive con otros jóvenes, conociéndose a sí mismo y, como hijo de san Agustín, conociendo a los demás, la importancia de la amistad y de una vida comunitaria. Fue en esos años que nació una cierta inquietud y un deseo de ser misionero: no de quedarme en mi país, sino de participar en algún tipo de actividad como sacerdote o religioso».


León XIV habla sobre la importancia de la amistad con su padre para su vocación

«Recuerdo bien ciertos momentos; tenía mucha confianza en mis padres. La familia era y sigue siendo muy unida, aunque mis padres ya han partido con el Señor.

Recuerdo algunas veces en las que hablé con mi padre, que no era exactamente un director espiritual, pero hablábamos de cosas concretas, como las dudas que pueden inquietar a un joven: “Tal vez sea mejor dejar esta vida, casarse, tener hijos… tener una vida, digamos, normal, como la que conocía en mi familia”. Son momentos de decisiones y discernimiento muy importantes para un joven.

Él, con su experiencia, hablaba de cosas como lo importante que era la intimidad entre él y mi madre, y de cuánto importaba también, en la vocación al sacerdocio, la cercanía con Cristo, conocer verdaderamente a Jesús, el amor de Dios en la vida, para todos los cristianos. Aunque lo hubiera escuchado cien veces de sacerdotes y formadores, cuando me lo decía mi padre, de una manera muy humana pero muy profunda, pensaba: esto hay que escucharlo.

Reflexionaba mucho sobre lo que me decía. Fue antes de ir al noviciado; en ese caso, aún recuerdo dónde estábamos. No estábamos en casa, no estábamos sentados como ahora. Hablamos varias veces; él era educador, maestro, trabajaba en las escuelas, tenía esa capacidad de hablarme. Todas esas cosas fueron muy importantes».

La Iglesia como comunión de fieles y no solo como institución

Y culminaba la entrevista con estas palabras: «Yo pienso que hoy la voz de la Iglesia, el testimonio de la Iglesia no como institución, sino como una comunión de fieles, con los mártires, con la presencia y el testimonio de hombres y mujeres que dan su vida incluso en situaciones de violencia, de guerra, de conflicto, es una voz que ofrece gran esperanza al mundo.

No todos tienen la disposición y los ojos abiertos para escuchar el mensaje. Hay un desafío muy grande para la Iglesia. Demasiadas veces hemos dejado que la Iglesia se convierta solo en una institución, en parte o totalmente: el Vaticano, la Santa Sede. Hay dimensiones institucionales, sí. Pero eso no es el corazón de lo que es y debe ser la Iglesia».

Estudios civiles, votos solemnes y primera experiencia como misionero

En 1977 se licenció en Matemáticas y cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Villanova, en Pensilvania. El 1 de septiembre de ese mismo año, con 22 años de edad, ingresó en el noviciado de la Orden de San Agustín (O.S.A.), en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Saint Louis.

El 29 de agosto de 1981 hizo sus votos solemnes. Estudió en la Catholic Theological Union de Chicago, donde obtuvo un diploma en teología.

Con 26 años fue enviado por la Orden a Roma para estudiar derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (Angelicum). Fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1982. Obtuvo la licenciatura en 1984 y luego fue enviado a trabajar en la misión de Chulucanas, en Piura, Perú (1985-1986). 

Doctorado, ordenación episcopal y nombramientos

En 1987 obtuvo el doctorado con la tesis: “El rol del prior local en la Orden de San Agustín”. Ese mismo año fue elegido director de vocaciones y director de misiones de la provincia agustiniana “Mother of Good Counsel” en Olympia Fields, Illinois, Estados Unidos. 

En 1988 fue enviado a la misión de Trujillo como director del proyecto conjunto de formación de aspirantes agustinos en los vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Allí desempeñó los cargos de prior de comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y formador de profesos (1992-1998). En la arquidiócesis de Trujillo fue vicario judicial (1989-1998) y profesor de derecho canónico, patrístico y moral en el Seminario Mayor “San Carlos y San Marcelo”.

En 1999 fue elegido prior provincial de la provincia “Mother of Good Counsel” en Chicago. Dos años y medio después, el Capítulo General Ordinario lo eligió prior general1, cargo que le fue confiado nuevamente en el Capítulo General Ordinario de 2007. 

En octubre de 2013 regresó a su provincia (Chicago) como formador de profesos y vicario provincial, cargos que ocupó hasta el 3 de noviembre de 2014, cuando el Papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, Perú, elevándolo a la dignidad episcopal y asignándole la sede titular de Sufar.

El 7 de noviembre tomó posesión canónica de la diócesis en presencia del nuncio apostólico James Patrick Green; fue ordenado obispo el 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, en la catedral de su diócesis. El lema episcopal de León XIV fue In Illo uno unum («En el único Cristo somos uno»), tomado de san Agustín. 

Fue obispo de Chiclayo desde el 26 de noviembre de 2015. En marzo de 2018 fue elegido segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. 

Al servicio de la Iglesia desde Roma

El papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación para el Clero en 2019 y miembro de la Congregación para los Obispos en 2020. El 15 de abril de ese mismo año, el Papa lo nombró administrador apostólico de la diócesis del Callao.

El 30 de enero de 2023, el Papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.

Fue creado y proclamado Cardenal por el papa Francisco en el Consistorio del 30 de septiembre de 2023, con la Diaconía de Santa Mónica.

Ha sido miembro de los Dicasterios para: la Evangelización (Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares), la Doctrina de la Fe, las Iglesias Orientales, el Clero, los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, la Cultura y la Educación, los Textos Legislativos; la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.

El jueves 8 de mayo de 2025, a las 18:07, la fumata blanca anunció al mundo la elección de un nuevo sucesor de Pedro. En la cuarta votación del cónclave, Robert Francis Prevost fue elegido como el 267.º Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y adoptó el nombre de León XIV. A las 19.23h de Roma, se presentó ante el mundo desde el balcón de la Basílica de san Pedro, dirigió su primer discurso y dio la bendición Urbi et Orbi.

La devoción al Sagrado Corazon de Jesús y las 12 promesas

El día 17 de octubre de 1690 falleció en Francia santa Margarita María Alacoque, quien tuvo visiones del Corazón de Cristo que contrarrestaron la influencia de

En pleno reinado de Luis XIV, cuando Francia vivía intensos debates religiosos, santa Margarita María de Alacoque, una humilde monja en un convento de Paray-le-Monial, cambiaría la historia de la espiritualidad cristiana. A través de sus visiones del Sagrado Corazón de Jesús, Margarita se convirtió en el rostro de la devoción que buscaba sanar las consecuencias de una herejía que presentaba a Dios como distante e impasible ante los sufrimientos humanos.

En el convento, Margarita experimentó varias visiones místicas. En una de las más significativas, ocurrida en 1675, Jesús le reveló su Corazón ardiente de amor por la humanidad, desgarrado por las ingratitudes y sacrilegios, incluso por aquellos consagrados a Él. Le pidió que promoviera una fiesta dedicada a su Sagrado Corazón, con la promesa de derramar bendiciones sobre quienes honraran este culto.

Primera revelación del Sagrado Corazón a Margarita María Alacoque

«Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía»

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús que Margarita María de Alacoque promovía no se basaba en simples sentimentalismos o emociones pasajeras. Para ella, amar a Cristo implicaba unirse a su sufrimiento durante la Pasión, expiando y reparando las ofensas cometidas a lo largo de los siglos. Su mensaje, sencillo y accesible para todos, se centró en prácticas de fe sólidas: santa misa, comunión frecuente, oración, y la adoración en horas santas, como medios para glorificar a Dios y contrarrestar el mal en el mundo.

Un Sagrado Corazón cosido en el pecho que portaban los soladados franceses, se convirtió en el emblema que más tarde sería conocido como el «Detente», signo de protección y confianza en el Sagrado Corazón. En 1872, el Papa Pío IX concedió una indulgencia de 100 días, aplicable una vez al día, a los fieles que portaran este 'escudo' y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Santa María Margarita de Alacoque, en sus escritos, subraya repetidamente el ferviente deseo de Jesús de otorgar bendiciones con auténtica generosidad a quienes honren su Sagrado Corazón. Estas promesas que están destinadas a todas las personas: desde las más fervorosas hasta las más indiferentes, y de manera especial a los pecadores, ofrecen consuelo a los afligidos, fortaleza frente a la tentación, paz en las familias, prosperidad en el hogar, éxito en el trabajo, misericordia para los pecadores, y santidad para las almas fervientes. Prometen, además, valor para quienes están fríos en la fe y ayuda a los sacerdotes y consagrados para tocar los corazones más endurecidos. Estas promesas también aseguran fortaleza en la hora de la muerte y el don invaluable de la perseverancia final, brindando refugio en el Corazón de Jesús en el último momento de la vida.

Las 12 promesas difundidas por santa Margarita María de Alacoque

1. «Les daré todas las gracias necesarias a su estado de vida».
2. «Pondré paz en sus familias».
3. «Les consolaré en sus penas».
4. «Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte».
5. «Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas».
6. «Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia»
7. «Las almas tibias se harán fervorosas»
8. «Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección».
9. «Bendeciré a cada lugar en el que se exponga y se venere una imagen de mi Sagrado Corazón».
10. «Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos».
11. «Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y nunca serán borrados».
12. «A los que comulguen el primer viernes de cada mes, durante nueve meses consecutivos, le concederé la gracia de la perseverancia final».

En la parroquia de la Sagrada Familia y en la de la Natividad de Nuestra Señora tenemos una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. ¡Visítala y rezale con devoción!

Los jóvenes y la Biblia

Una de las cosas más apasionantes que me ha pasado últimamente es dar clase de Biblia a los jóvenes de mi parroquia. Cuando me llamó el sacerdote para pedírmelo, me hizo tanta ilusión que antes de que terminara la frase ya le había dicho que sí. ¡Me encanta! Lo disfruto muchísimo, debe ser que me estoy haciendo mayor y cuando miro a esas chicas y a esos chicos solo veo almas maravillosas sedientas de Amor y de Verdad.

El caso es que en la primera charla les repartí un papel en blanco y les pedí que pusieran por escrito lo que preguntarían a Dios si lo tuvieran delante. Las respuestas debían ser anónimas para que escribieran con toda libertad. Lo que yo pretendía era responder a sus preguntas a lo largo de las clases de Biblia. Más del ochenta por ciento de las preguntas que hicieron tenían que ver con la vocación, con su identidad: “¿Cómo sé lo que Dios quiere de mí?”, “¿Cuál es el sentido de mi vida?”, “¿A qué estoy llamado?”, ¿Por qué he sido creado?”, “¿Para qué estoy aquí?”, etc.

Así que comencé hablándoles de la creación, de nuestros primeros padres, del pecado original, de cómo Dios nos amó y nos pensó desde toda la eternidad… Muchos de ellos confesaban abiertamente que no sabían cómo rezar, que no sabían lo que Dios esperaba de ellos, que no entendían por qué hacían cosas de las que luego se arrepentían, etc. Esta mañana he cogido la carta a los hebreos y he leído lo siguiente: “También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron no les sirvió de nada a quienes no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado” (Hb 4,2).

Y este texto me iluminó: La cuestión no es “oír” la buena noticia, el evangelio, la Palabra de Dios, sino “escuchar”, algo que no está muy de moda. Según el diccionario de la Real Academia Española, “oír” es “percibir con el oído los sonidos”, mientras que “escuchar” es “prestar atención a lo que se oye”. La diferencia entre oír y escuchar tiene que ver con la voluntad y con la predisposición. La acción de oír es involuntaria, sencillamente se oye cuando el aparato auditivo está sano. En cambio, la acción de escuchar es voluntaria, implica una predisposición para querer comprender lo que se escucha. En definitiva, que muchas veces oímos, pero no escuchamos.

Y precisamente eso es a lo que se refiere el autor de la carta a los hebreos, que habiendo “oído” el mensaje de salvación, hubo personas a las que no le sirvió de nada porque no lo “escucharon” y, por tanto, no lo acogieron en su corazón. No basta “oír” la Palabra de Dios, sino que además es necesario “escucharla” para entablar un diálogo con Aquel que nos ama. Hay una frase que a mí se me ha quedado grabada y que me ayuda mucho a la hora de ponerme frente a la Biblia: “En los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (Dei Verbum 21). Cada vez que abro la Biblia pienso que Dios sale a mi encuentro para hablar conmigo y me imagino paseando con Él a la hora de la brisa por el jardín del Edén, como hacían Adán y Eva.

Y, la pregunta del millón, ¿de qué hablaban Adán y Eva con Dios en el paraíso? Pues de lo mismo que quiere hablar con cada uno de nosotros si le “escuchamos”. Y esto es lo que yo quiero transmitir a los jóvenes en mis clases de Biblia: Que Dios los ama profundamente, que su Amor no depende de lo que hacen, sino que está muy por encima de sus actos, que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida y que está dispuesto a salir al encuentro de cada uno de ellos una y otra vez para siempre. Que no pierdan la esperanza, que se abran al Amor de Dios, que la vida es un regalo que debemos acoger con alegría y que aprendan a escuchar la Palabra de Dios para poder decir, de la mano de la Virgen María, “Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas” (Sal 18,29).

Beatriz Ozores

por La tierra Prometida  25 enero 2025 

Una historia conmovedora


 Me gustaría comentar algo que me ha impactado y me ha hecho reflexionar mucho durante estos últimos días. Hace poco, nuestras hijas estuvieron ayudando a las personas afectadas por la Dana como lo han hecho y lo siguen haciendo miles de nuestros jóvenes. Es una alegría y un motivo de esperanza ver cómo se movilizan desde todos los rincones de España, incluso desde el extranjero, para ayudar y acompañar a tantas personas que han sufrido lo indecible.

Pues bien, nuestras hijas nos contaron que estuvieron hablando mucho tiempo con una mujer de unos cuarenta años que había perdido a su madre. Cuando les llegó el agua intentaron agarrarse a lo que pudieron, pero la corriente les empujaba cada vez con más fuerza. Unos vecinos les lanzaron una cuerda desde un segundo piso para que se agarraran a ella y así poder subirlas y ponerlas a salvo. Llegó un momento que la corriente era tan fuerte que los vecinos se vieron incapaces de tirar de madre e hija hacia arriba. La madre, viendo la situación, le dio un beso a su hija, le dijo que la quería mucho y se soltó de la cuerda para que su hija viviera.

El cadáver de la madre apareció más tarde a unos metros de distancia. Mis hijas estaban impactadas con esta historia y la verdad es que yo también. El caso es que esta madre actuó como debería hacerlo cualquier madre, dando la vida por sus hijos, en este caso, por su hija. Bendita madre. ¡Qué ejemplo para todas las madres! A mí me gustaría, llegado el momento, hacer lo mismo que esta madre, es decir, entregar mi vida por mis hijos, porque esto es lo que verdaderamente define a una madre: Una mujer que da la vida a sus hijos y entrega la suya por ellos.

Decía al principio que esta historia me ha hecho reflexionar mucho durante estos últimos días. A parte del deseo que anida en mi corazón de estar a la altura de esa madre, no he parado de darle vueltas a dos cuestiones.

La primera es que me ha venido a la mente tantas madres que entregan literalmente la vida por sus hijos y que no son portada de noticia. Dar la vida por los hijos es saber que tú ya no te perteneces, que tus prioridades han cambiado, que estás dispuesta a dar lo mejor de ti misma para hacer de ellos verdaderos hombres y mujeres de bien, que cualquier decisión que tomes debe ser un ejemplo para ellos… Si además eres una madre cristiana, debes saber que tu deber y tu alegría es llevarlos a Dios, porque los hijos no son tuyos sino de Él, y que en cualquier momento te puede pedir que te desprendas de ellos, bien porque es el mejor momento para llevárselos o bien porque los quiere “trabajando” para Él.

Cuántas madres dan su vida por sus hijos con tantos desvelos, con tanta oración, con tanto amor, con tanto ejemplo… Estas madres son las que cuando llega el momento de “soltarse de la cuerda para que su hija viva” lo tienen más fácil o, mejor dicho, más claro.

La segunda cuestión es que, si esta madre no dudó en dar la vida por su hija, cuánto más la Virgen María estará dispuesta a darlo todo por sus hijos. La verdad es que ya lo hizo, entregó a su Hijo en la cruz y se entregó a ella misma al aceptar ser madre de todos los hombres, incluso de aquellos soldados que maltrataban y vejaban a su querido Hijo. Ya lo hizo, pero también continúa haciéndolo día a día. Nuestra Madre la Virgen vela continuamente por todos nosotros. Quiere llevarnos a todos junto a su Hijo. Quiere que todos los hombres se salven y, como buena mujer, utiliza todos los medios imaginables e inimaginables y hace y deshace para que, sin que se note, cogernos y recogernos a todos de su mano para llevarnos al cielo.

Beatriz Ozores

http://www.latierraprometida.es/

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